Si hay algo que históricamente quedará como la escupida hacia arriba más extraña de la historia política de los candidatos presidenciables es el decurso político de la Carrió, cuando tuvo su mejor oportunidad, se volvió mesiánica, comenzando por cargar una enorme cruz, símbolo de su renovado compromiso religioso, imbricando en sus frases políticas, el discurso religioso, como si fueran mensajes subliminales.
Si algo le debió enseñar ese fasto momento es que su “relación” con el flaco INRI no la favoreció, no porque la gente no respetara la religión, sino porque fue obvio el oportunismo y la gente no es tonta.
Con el tiempo, sus asesores le deben haber informado que en vez de cargar el peso de la enorme cruz, que debido a sus proporciones, era la única manera de sobresalir, se le indicó ahora que lo que debe hacer es reducir el entorno del símbolo, y al símbolo dotarlo de tamaño menos mesiánico.
El asunto es que ahora vino el golpe final: le debe haber pasado a sus asesores (que tan mal la asesoraron en el pasado), a Pino Solanas, ya que él ahora toma decisiones descabelladas: acaban de anunciar que el probable que se alíen en las próximas elecciones, con Solanas como candidato a presidente.
En las extrañas coincidencias de ambos en el recinto de diputados, Pino Solanas creyó encontrar una posible alianza.
Es una lástima, si analiza con mejor criterio, se daría cuenta que en los discursos de esa señora ya no los cree nadie, que es más molesta que posible candidata, que la gente tiende a rechazarla, sin escucharla, debido a su tendencia acomodaticia.
Esa señora en cuanto hele el sillón de Rivadavia sufre una extraña transmutación, comienza con actitudes extrañas, desarrolla una falta de madurez política instantánea y salpica, salpica mucho, no deja que nadie juegue.
Ojalá el tiempo no me demuestre que el peor error de Solanas es aliarse con esa señora.
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